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El papelón y las mentiras de Marina Silva

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Apenas un día después de que la última encuesta del instituto Datafolha la colocara por primera vez empatando en intención de voto con la presidenta Dilma Rousseff y ampliando a 10 puntos su ventaja en un probable ballotage, la candidata presidencial Marina Silva protagonizó el mayor papelón de la campaña electoral brasileña, avergonzando al partido que la eligió como candidata y provocando una insólita crisis en sus equipos de campaña, al desmentir su propio programa de gobierno.

Apenas un día había pasado, también, desde que el programa fuera presentado con bombos y platillos en un acto público. Y había sorprendido a todos, incluyendo entre sus propuestas la aprobación por ley del matrimonio igualitario (que ya es legal de hecho desde 2013 por decisión de la justicia), la sanción de la ley de identidad de género, la criminalización de la homofobia y la implementación de políticas contra el bullying y contenidos sobre diversidad sexual en los planes de estudio de las escuelas. Las propuestas sorprendían a propios y extraños porque Marina, que en su infancia quería ser monja y hoy es pastora evangélica de la fundamentalista Asamblea de Dios, siempre se había manifestado contraria al matrimonio igualitario (así como a la legalización del aborto y las drogas) y es conocida por sus posiciones conservadoras, que incluyeron declaraciones a favor de la enseñanza del “creacionismo” en las escuelas. Pero ella estaba ahí y pronunció un discurso en el acto donde el programa fue divulgado. La coordinadora de sus equipos programáticos y heredera del banco Itaú, Neca Setúbal, defendió entre aplausos esas propuestas en conferencia de prensa y la militancia LGBT de los partidos de la coalición “Unidos por Brasil” estaba eufórica.

(El mismo día del anuncio, en un foro de debate sobre diversidad sexual en Facebook, manifesté mis reservas: dije que felicitaba a los militantes de los partidos de la coalición por el programa, pero que sólo creería que era verdad si la escuchaba a Marina defendiendo esas propuestas con sus propias palabras. Hacía varios días que los administradores de la página de Marina respondían a los internautas que consultaban sobre el tema que Marina apoyaba el matrimonio igualitario, pero en la campaña de 2010 ella había dicho que se oponía, posición por la que tuve una discusión durísima con un diputado de su grupo, Alfredo Sirkis. Desde aquellas elecciones, en las que obtuvo el 20% de los votos, Marina se escapaba cada vez que un periodista le preguntaba sobre el tema, respondiendo con evasivas. Conociendo sus posiciones fundamentalistas, era difícil creer que de repente había cambiado de opinión y no sospechar que se trataba de una jugada de marketing electoral pensada por su equipo de campaña para correr por izquierda a Dilma, pero que no representaba las verdaderas opiniones de la candidata. Pero el programa estaba ahí y mucha gente estaba feliz por ello, por lo que decir eso parecía aguafiestas. Bueno: otra gente no estaba tan feliz…)

“El programa de Marina es una defensa vergonzosa de la agenda gay. Si Marina no se posiciona hasta el lunes, el martes serán las palabras más contundentes y duras que ya dije hasta hoy sobre un presidenciable”, la amenazó por Twitter el pastor millonario Silas Malafaia, líder del Ku Klux Klan antigay brasileño que, hasta el día anterior, prometía apoyarla en la segunda vuelta.

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Pero Marina no lo hizo esperar hasta el lunes.

En apenas 24 horas, mientras los medios de comunicación no paraban de elogiar esas propuestas, que sus seguidores más progresistas divulgaban orgullosos por las redes sociales, la candidata publicó una “nota de esclarecimiento” en su página web explicando que el capítulo “LGBT” de su programa había sido un error y que ella no pensaba nada de eso. Ni matrimonio, ni ley de identidad de género, ni materiales didácticos contra la homofobia para las escuelas, ni criminalización de la homofobia, ni nada. “Feliz día del inocente”, podría haber dicho, si la fecha coincidiera. Con un montón de palabras bonitas, genéricas y sin contenido concreto, Silva aseguraba que no discriminaba a nadie, pero… de derechos, ni hablar. Fue una bomba.

“Frente a lo ocurrido hoy y a todos los cuestionamientos de la militancia, amigos y compañeros de lucha, les informo cariñosamente que hoy no tuve condiciones emocionales y psicológicas de responder”, escribió en Facebook la activista trans Giowana Cambrone, que integró los equipos que redactaron el programa de gobierno. El autor de este blog había estado conversando con ella poco antes de la divulgación del programa y se la notaba feliz con la sorpresa que se traía entre manos, pero la alegría duró poco. Todas las felicitaciones se transformaron en indignación. “Marina jugó con las esperanzas de millones de personas, y eso es cruel. Nos mintió a todos. No merece la confianza del pueblo brasileño”, escribió el diputado gay Jean Wyllys, que pese a ser de otro partido y apoyar a otra candidata, había elogiado públicamente las propuestas de su adversaria el día anterior. La crítica de Wyllys, principal referencia del activismo LGBT brasileño, fue compartida ya por más de 110 mil personas en Facebook desde la página de la revista Carta Capital, donde fue publicada. “No hubo retroceso, fue una equivocación”, trataban de explicar desde el comité de campaña de Marina, asegurando que el programa que había sido impreso a cuatro colores, divulgado por internet, anunciado en un acto público y entregado a los periodistas fue fruto de un “error de diagramación”, ya que habían mandado a la imprenta un archivo equivocado. Las explicaciones eran patéticas.

Durante las siguientes 24 horas, Marina y sus colaboradores más cercanos continuaron repitiendo esa mentira a los periodistas. Todo había sido un lamentable malentendido. No estaba retrocediendo: en realidad nunca había defendido esos proyectos y todo era culpa del equipo que mandó el programa equivocado a la imprenta. El candidato a vicepresidente de la coalición, Beto Albuquerque, dio una versión diferente: dijo que incluir todas esas propuestas había sido “una exageración”. La falta de respeto para sus propios militantes comenzó a ser intolerable. “Estoy muy triste por la humillación que fue este retroceso en el programa de Marina”, escribió Marcio Sales Saraiva (citado por la revista Fórum), pareja de Giowana y también integrante de los equipos programáticos, y explicó que no había habido ningún error: el programa era ese y había sido aprobado. Luciano Freitas, secretario nacional del grupo LGBT del Partido Socialista Brasileño, que lidera la coalición por la que Marina es candidata desde la muerte de Eduardo Campos, anunció su renuncia como miembro de la coordinación de la campaña presidencial, aunque después negó que fuese por ese motivo. Demasiadas explicaciones que no se cree nadie. Al final, Freitas dijo a la Folha de São Paulo que no apoyaría más la candidatura de Marina. La situación se complica cada vez más.

Es que, desde que es candidata —según ella misma insinuó, por “providencia divina”—, es la primera vez que Marina es obligada a decir qué piensa. Con un estilo discursivo parecido al de Sergio Massa o Daniel Scioli, su especialidad es combinar palabras “positivas” sin decir nada, pero es carismática y lo hace con eficiencia retórica. Hasta ahora le venía yendo bien. Con más de 20% en las encuestas, ubicada segunda atrás de Dilma y creciendo, en octubre del año pasado tuvo que resignarse a no ser candidata porque no logró reunir las afiliaciones necesarias para legalizar su partido y venció el plazo legal. Para no quedarse afuera de las elecciones, aceptó la invitación de Eduardo Campos (hasta poco tiempo atrás, aliado de Dilma), para ser su candidata a vice. Campos creía que ella podría transferirle sus votos, pero no funcionó. Hasta su fallecimiento en un accidente aéreo, el candidato del PSB no llegaba al 10% en las encuestas y estaba tercero cómodo. Pero desde que la tragedia que conmocionó al país la hizo asumir la candidatura presidencial y la colocó en el lugar de “viuda política” de Campos (como antes lo había sido de Chico Mendes), Marina no para de crecer en las encuestas y, hoy por hoy, aunque falta un mes para la elección y nunca se puede dar un resultado por descontado, la impresión de este cronista es que será la próxima presidenta de Brasil.

Nacida en una de las regiones más pobres del país, en el estado de Acre, descendiente de portugueses y africanos, con una hermana muerta por malaria y otra por sarampión, analfabeta hasta los 16 años, Marina trabajó desde los 10 en la recolección de caucho, más tarde fue empleada doméstica y comenzó su militancia en una organización marxista. Luego, fundó la Central Única de Trabajadores y el PT de su estado junto al activista ecologista Chico Mendes (asesinado en 1988), fue concejal y senadora. A pesar de su tardía alfabetización, se graduó en historia y cursó especializaciones en teoría psicoanalítica y psicopedagogía. Dueña de una trayectoria de vida y militancia que sólo es comparable, en la política brasileña, a la de Lula, guarda de su infancia pobre las secuelas por la contaminación con mercurio en la sangre y los tratamientos a los que tuvo que someterse por leishmaniasis, malaria y hepatitis. Pero toda esa historia parece tener poco que ver con su presente. Desde que salió del PT, tras haber sido ministra de Medio Ambiente de Lula, Marina fue moviéndose cada vez más a la derecha del espectro político y hoy defiende ideas neoliberales en materia económica y posiciones conservadoras y fundamentalistas en los temas “morales” o “de costumbres”. Combinando su pasado mítico con su presente pragmático y su historia de ecologista con sus alianzas actuales con sectores del agronegocio, con la heredera del Itaú coordinando sus equipos y economistas ortodoxos asesorándola, ha conseguido reunir electoralmente la adhesión de sectores irreconciliables de la población: parte del electorado de derecha que siempre detestó al PT, parte del electorado más pobre que siempre votó al PT, parte del electorado progresista que la ve como una representante de la “nueva política” y parte del electorado evangélico más fundamentalista que la percibe como una de ellos. Tantas contradicciones en algún momento tenían que explotar.

Lo que sucede es que, como Bergoglio en Argentina desde que pasó a llamarse Francisco, Marina parecía haberse alzado desde la muerte de Campos a un lugar de santidad en el que era difícil cuestionarla. Es difícil, también, saber ahora si el papelón de estos días afectará su popularidad, pero lo cierto es que le quitó la inmunidad. Hoy es blanco de todas las críticas y muchos se preguntan si, habiendo cambiado su programa en medio de un escándalo por las presiones de los pastores evangélicos extremistas, tendrá autoridad para gobernar un país con corporaciones que presionan mucho más fuerte. Las redes sociales están inundadas de memes que la ridiculizan y militantes y personalidades que hasta ayer defendían su candidatura, hoy están indignados con ella. “No duró 24 horas, Marina, y tres tuits de Malafaia, tu compromiso con el matrimonio igualitario y con el combate a la homofobia en las escuelas”, le dijo en el debate presidencial de ayer en la cadena SBT la candidata presidencial del PSOL, Luciana Genro. Y hasta la presidenta Dilma, cuyo gobierno ha sido aliado del fundamentalismo y enemigo de los derechos civiles, la cuestionó en Facebook (con bastante hipocresía, vale decir) por los cambios en su programa.

De todas las críticas, la más creativa fue la del humorista gay Rafucko, que grabó un video en el que cuestiona a Marina, pero también a Dilma y al candidato de la derecha tradicional, Aécio Neves, y llama a los homosexuales a no votarlos:

Pinche aquí para ver el vídeo

Ayer, en una entrevista del Jornal da Globo (noticiero de medianoche de la TV Globo), por primera vez, los periodistas cuestionaron a fondo a Marina por el cambio en su programa de gobierno, criticando sus posiciones fundamentalistas y conservadoras y preguntándole si gobernaría guiándose por la Biblia. Después de responder varias veces con evasivas y ensayar explicaciones absurdas, en las que confundió matrimonio, concubinato y “unión civil” (instituto que no existe en Brasil), acorralada por uno de los periodistas, que repetía la pregunta buscando un sí o un no, Silva dijo finalmente lo que piensa: “El matrimonio es entre personas de sexos diferentes”. Y se acabó la farsa de la candidata que quería quedar bien con todo el mundo.

Ya no pudo mentir más.

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Mi cuenta en Twitter: @bbimbi / Facebook: Bruno Bimbi. Periodista.


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